La década de los cuarenta se inicia con una auténtica bomba creativa: la película Ciudadano Kane (1940), dirigida por un recién llegado llamado Orson Welles, que rompió muchos esquemas desde el punto de vista visual y narrativo, y en la que tuvo un gran protagonismo el director de fotografía Gregg Toland.
Estos años estuvieron marcados por la producción de películas de "cine negro", con excepcionales aportaciones en obras como El halcón maltés (1941), de John Huston, con Humphrey Bogart; Casablanca (1942), de Michael Curtiz, con una pareja protagonista inolvidable: Ingrid Bergman y Bogart; Laura (1944), de Otto Preminger, con Gene Tierney y Dana Andrews; y Gilda (1946), de Charles Vidor, con Rita Hayworth y Glenn Ford. Fueron años de gran variedad temática y de excepcionales interpretaciones. Se puede hablar de Charles Chaplin (El gran dictador, 1940), de John Ford (Las uvas de la ira, 1940, con Henry Fonda), de William Wyler (La carta, 1940; La loba, 1941; las dos interpretadas por Bette Davis) y de George Cukor (La costilla de Adán, 1949, con una pareja sorprendente: Spencer Tracy y Katharine Hepburn).
Además encontraron un hueco en la programación aquellas historias más humanas y evangelizadoras como Siguiendo mi camino (1944), de Leo McCarey, con Bing Crosby, los musicales como Escuela de sirenas (1944), de George Sydney, con la famosa Esther Williams, westerns como Duelo al sol (1946), de King Vidor, con Gregory Peck y Jennifer Jones, Pasión de los fuertes (1946), de John Ford, con Henry Fonda, Linda Darnell,
No obstante, el cine estadounidense de los cuarenta se vio delimitado en su producción por la entrada del país en la Segunda Guerra Mundial, que impulsó el cine de propaganda desde el documental y el cine de ficción, en películas en las que el heroísmo del soldado estadounidense quedaba bien destacado, como en Treinta segundos sobre Tokio (1944), de Mervyn LeRoy, y Objetivo Birmania (1945), de Raoul Walsh, con un Errol Flynn capaz de solucionar él solo todos los problemas. En el lado contrario se encontró También somos seres humanos (1945), de William A. Wellman, un retrato realista de los soldados que caminan hacia sus objetivos, de los jóvenes que sufren, tiene miedo y angustia, que pasan hambre.
También se vio condicionado en su creación por la las iniciativas del Comité de Actividades Antiamericanas. Directores, guionistas y actores sintieron la persecución implacable de la Comisión dirigida por el senador Joseph McCarthy. Fue la denominada "caza de brujas", una batalla política con la que se pretendió sanear Hollywood de comunistas.
En esta tesitura se moverá la producción cinematográfica en los cincuenta, en la que el cine de género continuará su marcha con singulares aportaciones. En el western se revisan sus planteamientos, con películas como Flecha rota (1950), de Delmer Daves en la que el indio ya deja de ser el malo de la película-, Sólo ante el peligro (1952), de Fred Zinnemann, y Raíces profundas (1953), de George Stevens. El cine negro con La jungla de asfalto (1950), de Huston, muestra su eficacia. El musical alcanza su cumbre con las aportaciones de Stanley Donen y Gene Kelly (Un americano en París, 1951; Cantando bajo la lluvia, 1952). Hollywood produce mucha ciencia-ficción influenciado por la literatura de la época y por la tensión de la "guerra fría" entre las dos superpotencias (Ultimátum a la tierra, 1951, de Robert Wise; El increíble hombre menguante, 1957, de Jack Arnold). Y también, comedias (Con faldas y a lo loco, 1959, de Billy Wilder), melodramas (Obsesión, 1954, de Douglas Sirk), historias de ambiente juvenil (Rebelde sin causa, 1955, de Nicholas Ray) y mucho cine de entretenimiento que llega con las superproducciones (Los diez mandamientos, 1956; Ben-Hur, 1959, de Wyler) que acomete la industria estadounidense para intentar atraer a la sala al público que durante estos años vive más pendiente de la televisión y del esparcimiento social.