Después de su primera telenovela, viajó a Nueva York a estudiar actuación e intentar otra vez más firmar un contrato como cantante y a convencerse que aquí la lucha por la sobrevivencia es a muerte, y a cada instante. Logró entrar hasta las recepciones de los rascacielos donde funcionan las grandes compañías de discos y le devolvieron el demo por correo con una amable carta de rechazo. Hizo los famosos castings como modelo para tratar de conseguir dinero y vio que en las colas de las agencias había centenares de personas con mejores atributos, hasta que después de un año regresó a, más sólido como actor. Y otra vez en México, como actor famoso y respetado, pero con el deseo de la música truncado, continuó haciendo lo que hacen todos: insistir, perseverar. Golpear puertas y 2 Eduardo Verástegui portales. Más eternas antesalas: 'Siéntese ahí joven que el jefe está en una junta', 'No es el tipo de música que estamos buscando', 'A lo mejor el próximo año', 'No llame, nosotros los llamaremos si estamos interesados'.
Hasta que decidió, aconsejado por varios amigos, entre ellos el productor Marco Flores, dejar todo lo que había hecho en México, lo que tenía en México, para escaparse a Miami a principios del 2000, en plena curva ascendente de su carrera como actor de telenovelas a buscar otras fortunas, a cambiar lo bueno conocido por algo más bueno por conocer. A comenzar de nuevo, a estirar los ahorros hasta que consiguiera hacer lo que quería hacer cuando salió de Xicontencatl (Tierra de Escarabajos), al norte de México, un hermoso poblado de 15 mil habitantes que viven de un ingenio azucarero y para un ingenio azucarero. Ahí, por supuesto, trabajaba su padre, atravesando cañaduzales y oliendo la molienda. Si no tuviera otros sueños, ahí se hubiera tenido que quedar a jornalear en cualquiera de las plazas del ingenio como lo hacen ahora casi todos sus amigos.
En Miami, la ciudad más influyente de toda Latinoamérica, se encontró con otros jóvenes que andaban en las mismas, se consolaban y retro alimentaban con tantos intentos y pocos logros. Después de más de 550 horas de telenovelas, por supuesto, era el rostro más reconocido del lavadero público de ropa en Miami Beach, caminaba mucho para hacer ejercicios y porque no tenía auto, se convirtió en adicto del atún y de las deliciosas y baratas sopas enlatadas y los ancianos del edificio donde vivía le reclamaban cuando le subía al volumen en el pequeño estudio de música que ocupaba gran parte del apartamento que sus amigos llamaban La Vecindad del Chavo. Todas las mañanas salía a trotar y en los atardeceres a nadar en el mar, por ahí se encontró a Gloria y Emilio Estefan y otros famosos de la música, prensa y televisión, que le dieron amistad, ánimo y consejos.
Se fue entrometiendo poco a poco en esta poderosa ciudad, que en el fondo no es más que un pueblo grande, donde todos los que hacen lo mismo se conocen, hasta que llegó recomendado donde Fernán Martínez, -un manager con buenas credenciales y malos modales cuando de ver talento nuevo se trata-, oyeron el manoseado demo, hablaron poco y se pusieron una cita para visitar los estudios del compositor y productor, Estéfano. Ahí, cuatro o cinco días después, encerraron a Eduardo Verástegui entre las cuatro paredes de un estudio de grabación, le pusieron un micrófono en la boca, unos audífonos en las orejas y le soltaron la pista que le habían dado la noche anterior para que ensayara.
Cuando salió del estudio, Eduardo Verástegui tenía manager, autor y un grupo de productores que estaban embarcados en el mismo proyecto. La canción que cantó, era Yo No Sé Perder, la misma que fue seleccionada como primer sencillo. Estéfano comenzó a escribirle canciones, a buscarle identidad a su voz. En los sitios menos esperados, a las horas más inesperadas, durante cinco meses, fueron naciendo temas como Tequila, Suave, Estoy Aquí por Ti, Vivo la Locura, Las Luces de la Ciudad, Baila, A Partir de Hoy. Llegó el autor cubano Donato con Por Ti, un bolero delicioso, y cuando ya estaban 3 Eduardo Verástegui los diez temas listos, tuvieron un agradable problema: Eduardo se apareció con una canción de nada menos que de Omar Alfanno, la oyeron y Estéfano con generosidad y entrega, sacrificó una de las suyas para incluir Por La Falta de Tu Amor y redondear el álbum que lleva el nombre de Eduardo Verástegui. Diez temas que son diez historias de amor con diferentes ritmos, desde la sentimental balada hasta las canciones rítmicas, todas auténticas, originales y terriblemente pegajosas. Cuando el proyecto estaba maduro y tenía forma, se le presentó a Universal Music y así la firma del contrato fue más fácil y ventajosa. Después, Eduardo Verástegui cumplió otra promesa, la de ir a Roma con el contrato firmado, las maquetas de lascanciones y pasar con su morral debajo de la Puerta Santa.
Cuando el CD salió del horno se lo puso por teléfono a sus padres y tres hermanas que lo llaman Pepe como en la escuela primaria de Xicontencatl. Por teléfono también se lo hizo escuchar a sus cinco amigotes de México que lo llaman Lalo y fue a la lavandería pública de Miami Beach donde lo llaman Verástegui a poner su música, les dejó unas muestras a los vecinos, los ancianos y trabajadores de La Vecindad del Chavo e hizo las maletas para regresar a México, donde 14 meses atrás había salido con un sueño y después de tantos desvelos, regresaba con toda el alma puesta en esa tortillita digital que llaman CD. Ahora Eduardo Verástegui lo tiene todo, al menos para dar el primer paso de la extensa e intensa caminata que le espera, para ocupar el sitio que anhela en la nueva galería del pop latino. Se lo merece.