María visita a Isabel. El Magnificat.

por Marcelo A. Murúa

"Por entonces María tomó su decisión y se fue, sin más demora, a una ciudad ubicada en los cerros de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Al oír Isabel su saludo, el niño dio saltos en su vientre. Isabel se llenó del Espíritu Santo y exclamó en alta voz: «¡Bendita tú eres entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Cómo he merecido yo que venga a mí la madre de mi Señor? Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de alegría en mis entrañas. ¡Dichosa tú por haber creído que se cumplirían las promesas del Señor!»"

Lc. 1, 39-4

Poco tiempo después del anuncio del ángel, María parte a la casa de su prima Isabel. El Evangelio nos recuerda dos detalles importantes, mencionados casi al pasar, María parte sin demora, apresuradamente, a un pueblo que quedaba en las montañas de Judá. Apenas enterada del embarazo de su prima, corre a ayudarla. Isabel ya era mayor, quizá tenía dificultades o debía guardar cierto reposo. María, consciente de esto, acude en su ayuda y le presta sus cuidados. No vacila, ni busca excusas para no ir; tampoco sabemos que haya recibido mensaje alguno por parte de Isabel. Sin embargo, al conocer la noticia sale sin demora hacia su casa. El relato nos cuenta que el pueblito de Isabel quedaba en las montañas de Judá. No es difícil imaginar lo precario de los caminos en aquellos tiempos. Más aun los que unían pequeños pueblos sin mayor importancia para la época. Podemos ver a María, en sus primeros meses de embarazo, caminando en los senderos, subiendo cerros, fatigada pero alegre y " presurosa" : Isabel requería su colaboración. No importaba los esfuerzos, había que llegar rápido. ¡Cuánto pensamientos pasarían por su cabeza en esos momentos! Jesús formándose en su seno, la palabra del ángel, la noticia de su prima. Desafios constantes para su fe en aumento. Y como siempre, sosteniendo todo, su adhesión viva al Dios de las promesas, aquel que iba lentamente revelando su rostro y su proyecto, día a día creciendo en su interior y "llenándola de gracia".

Ya en casa de Zacarías, Jesús entra en escena. Isabel, llena del Espíritu Santo, reconoce su presencia y exclama con alegría: Bendita tu, María, y bendito el fruto de tu vientre. María es portadora de la vida nueva. En su seno lleva a Jesús, el Hijo de Dios y Señor de la Vida. Isabel percibe la sencillez de la Virgen y su Fidelidad creciente a la palabra del Señor. Feliz de ti, por haber creído. María es feliz por haber confiado en Dios. La verdadera felicidad se alcanza al encontrar el sentido profundo de la vida, el porqué de la existencia. María lo encuentra en su entrega generosa a Dios que salva. Hay una razón profunda para vivir, y esta es entregarse para dar vida a los demás. Salir de uno mismo y servir con generosidad. María lo vive como nadie, ella es la madre del Señor, la fuente de la Vida. Ha descubierto el verdadero rostro de Dios y su accionar entre los hombres, incluso en ella misma. Por eso canta el Magnificat. Resumiendo como nadie quien es Dios y cómo actúa.

María dijo entonces:

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador,
porque se fijó en su humilde esclava,
y desde ahora todas las generaciones me dirán feliz.
El Poderoso ha hecho grandes cosas por mí:
¡Santo es su Nombre!
Muestra su misericordia siglo tras siglo
a todos aquellos que viven en su presencia.
Dio un golpe con todo su poder:
deshizo a los soberbios y sus planes.
Derribó a los poderosos de sus tronos
y exaltó a los humildes.
Colmó de bienes a los hambrientos,
y despidió a los ricos con las manos vacías.
Socorrió a Israel, su siervo,
se acordó de su misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres,
a Abraham y a sus descendientes para siempre.

María se quedó unos tres meses con Isabel, y después volvió a su casa.

Lc. 1, 46-56

Es interesante destacar cómo María nos presenta al Dios que ha conocido en el marco de su visita a Isabel. Parecería indicarnos que al Dios verdadero lo re-conocemos en el servicio al que necesita. Más nos acercamos al que sufre, mas cerca estamos de Dios, más descubrimos su acción liberadora entre los hombres. Esta misteriosa presencia suya entre los pobres y olvidados sería luego afirmada por Jesús en su predicación (cfr. Mt. 25, 31-46).

Isabel, anciana, quizás débil, cansada por su embarazo, necesita una mano. María acude y desde allí nos presenta al Dios que sostiene su vida. Sin entrar a analizar en profundidad el Magnificat vamos a destacar varias cosas.

El canto surge de lo más íntimo de María. El reconocimiento y la percepción de que dios esta actuando en ella misma. Esta sorpresa genera en ella una alegría y gratitud sin límite. Su espíritu, su realidad más profunda, su persona toda, se estremece de gozo. Dios ha reparado en ella, insignificante a los ojos de cualquiera, para realizar maravillas. Descubrir que dios irrumpe en la vida y la colma de sentido es, verdaderamente, una felicidad incomparable. Dios actúa en ella pero también al hacerlo le revela su verdadero rostro. Él es el leberador de los pobres, el todopoderoso y el rico en misericordia. No permanece expectante en las "alturas" sino que, atento al sufrimiento de sus hijos, interviene en la historia para construir justicia y paz que brota de ella. Toda esta experiencia se descubre al mirar la vida con los ojos de la fe. Atentos a la palabra de Dios que ya desde antiguo se había presentado como defensor de los pobres y desvalidos ( cfr.Sal. 107, 9; Ez. 21,31; Ecli 10, 14; 1Sam. 2,7-8). Finalmente María nos dice que el Dios que actúa en ella, que cambia la vida y las situaciones injustas, es el mismo Dios de las antiguas promesas. Él actúa y opera en la historia desde siempre y lo continuará haciendo a través de quienes lo busquen de corazón, Él es el Dios de Abranam y de su descendencia para siempre.

Esta presentación de Dios que nos hace la Virgen es clave para vivir nuestra fe en América Latina. Ante tantas imágenes de Dios que falsean su nombre, la madre del Señor nos enseña quién es él. Puebla afirma que "mientras peregrinamos, María será la madre educadora de la fe (LG63). Cuida de que el evangelio nos penetre, conforme nuestra vida diaria y produzca frutos de santidad. Ella tiene que ser cada vez más la pedagoga del evangelio en Amérca Latina" (DP 290). Ella nos muestra a través de su palabra cómo Dios quiere justicia y paz para todos. Nos revela, para algunos escandalosamente, que nuestro Dios ama con preferencia a los mas pobres y busca su liberación y promoción a una vida digna. Nos enseña en qué consiste que Dios sea poderoso y santo, simplemente en que se cumpla su voluntad, que es vida para todos y conversión para los que oprimen. Dios es santo cuando su nombre es reconocido en todas partes y éste lo es cuando su voluntad se ce realizada en la historia de manera concreta y eficaz, no solo como promesa para otra vida.

María nos descubre los rasgos verdaderos de Dios, que luego vivirá y predicará Jesús en su vida pública. Esto mientras acude a servir a Isabel. No solo la ayuda en la circunstancia del parto sino que "le hace el servicio mucho mayor de anunciarle el evangelio con las palabras del Magnificat"(DP 300). De esta forma fundamenta toda una futura pedagogía para transmitir el evangelio. Anuncio y servicio, evangelización y promoción humana, como diríamos en nuestros días. El Papa nos dice en su viaje a Perú: " Evangelizar significa llevar el mensaje de Cristo a todos, para que se haga vida. Por ello tiene estrechos lazos con la promoción humana. En este sentido la evangelización presenta, también, la urgencia de promover integralmente la dignidad del hombre, ayudarlo a transformar las situaciones y estructuras injustas que violan esa dignidad" (Piura, Perú, 4-2-85). Esto inspita nuestro compromiso y desafía nuestro caminar.

¿Cómo ser fieles hoy a Jesús? Acudiendo sin demora al servicio de los necesitados y marginados por nuestra sociedad. Colaborando con ellos en la búsqueda de soluciones, en la creación de un orden más justo y fraterno. Anunciando explícitamente que esto es lo que Dios quiere. Quizás no tengamos que cruzar montañas pero sí superar dificultades. Comenzando por uno mismo y enfrentando luego las consecuencias de seguir a Jesús y trabajar por los pobres(incomprensión, desprecio, soledad...). En María encontramos una fuente de vida para tomar fuerzas y lanzarnos a la tarea. Jesús nos llama a servir desde los que sufren; nos repite hoy, concretamente: ve y haz lo mismo. Como lo dijo en la parábola del buen samaritano. María es nuestro ejemplo y guía. Como ella, estamos llamados a ser portadores de la vida nueva en Jesucristo. Esperanza de liberación y edificación de la justicia. Esta esperanza anidaba en el corazón de María y da a luz en el Magnificat. Este es "espejo del alma de María". En ese poma logra su culminación la espiritualidad de los pobres de Yavé y el profetismo de la antigua alianza. Es el Cántico que nuncia el nuevo evangelio de Cristo; es el preludio del sermón de la montaña. Allí María se nos manifiesta vacía de sí misma y poniendo toda su confianza en la misericordio del Padre. En el Magnificat se manifiesta como modelo `para quienes no aceptan pasivamente las circunstancias adversas de la vida personal y social, ni son víctimas de la alienacion, como hoy se dice, sino que proclaman con ella que Dios ensalza a los humildes y, si es el caso, derriba a los poderosos de sus tronos´, Juan Pablo II, Zapopán, 4, AAS LXXI, p. 230 (DP 297).

Madre
Tú nos muestras
Desde el Magnificat
Al Dios que consume tu vida,
y que es razón de tu existencia.
A él brindaste tu vida entera
y te consagraste con alegría a su servicio.
Anímanos también a nosotros
a descubrirlo
Presente entre nuestros hermanos
Convocándonos a la entrega generosa,
Prometiéndonos tu aliento y compañía.
Madre.
Enséñanos a servir desde los pobres
y construir juntos el reino de tu Hijo;
Muéstranos a Jesucristo liberador
Vivo hoy en nuestro pueblo
Y conságranos a su servicio.
Ruega por nosotros,
Madre de Dios,
Para seamos fieles
A Dios y a los hombres,
Compartiendo sus angustias
Y construyendo sus esperanzas.